ZONA DE CONFORT

Estaba cómodo, conocía y controlaba todo su universo. Su zona de confort era reducida pero segura y estable.

Se alimentaba si ningún esfuerzo. Reía, lloraba, dormía. Sentía el mundo a su alrededor encontrándose a salvo.

Un día, un brusco movimiento le sobrecogió, ¿que estaba sucediendo? Un intenso dolor alcanzó su pecho. Por primera vez experimentó el miedo. Hacía tiempo que había tenido la sensación de que su mundo se había puesto de cabeza. ¿Tendría algo que ver?

El dolor cesó y las sacudidas también.

Transcurrido un tiempo los temblores regresaron junto al dolor en su pecho.

Comenzó a temer por su vida, no tenía información de lo que sucedía afuera. Fuese lo que fuese, no predecía nada bueno.

Las sacudidas continuaron sucediéndose, cada vez a intervalos más cortos. El dolor también, cada vez más intenso.

Fue con uno de estos temblores cuando algo comenzó a empujarle, sintió una necesidad primitiva de escapar. Temía lo peor, sin embargo, su instinto le empujaba hacia la única salida. 

Con mucho miedo escuchó a su naturaleza, y aprovechando esa fuerza que le empujaba hacia afuera, huyó.

Sintió un gran vacío. Una sensación agorafóbica. 

No podía respirar y la huida le había dejado exhausto.

Otro golpe, esta vez en sus nalgas. Ya no pudo más y aún a riesgo de ahogarse gritó y lloró.

        - Es un niño precioso. Lo limpiamos y enseguida te lo traemos.

La madre estaba feliz, había oído el llanto de su bebé.

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