MAGMA
En la Unidad de Cuidados Intensivos nadie apostaba por mi pronóstico. Me mantenían en un coma inducido, hasta que alguna de las pruebas a las que me habían sometido arrojase algo de luz sobre mi enfermedad. Hasta el momento, lo único que sabían era de una fiebre peligrosamente alta y de unos delirios que me hacían expresar en una lengua desconocida, tal vez inventada.
Me encontraba ajena a todo lo que a mi alrededor acontecía. Agradecida de que alguien se encargara de mantener el aliento en mi cuerpo. Mientras, yo me debatía ya a vida o muerte en otro mundo.
Iluminaba el ambiente una suave y cálida luz roja, por otro lado natural, pues no provenía de fuente artificial alguna.
Descendía por unas escaleras levemente enrojecidas por el haz de luz que las alcanzaba, cuyos escalones de piedra brillante y cuidadosamente pulida se encontraban rodeados en todo su recorrido por pasamanos de oro bruñido.
Llegando a lo que pareció mi destino, me recibieron cálidamente y me informaron de que esperaban mi regreso. Estaba desorientada, creía recordar aquel lugar sin saber por qué. Enterarme de que ya había estado allí empero, me confundía más.
En el centro de una sala ricamente adornada con tapices fileteados en oro, esperaban en círculo, cubiertos con unas túnicas de seda roja y brillante, ribeteadas con unas cintas moradas. Sobre ellos, sin tocarlos, como en una especie de levitación consciente, más, ataviados con la misma ropa. Y sobre estos, de igual manera otros, y así de esta forma, hasta completar un cono humano. Un cono a cuyo interior debíamos acceder.
Me cubrieron con una túnica igual a las de ellos. Habían hombres y mujeres. No acertaba a ver sus rostros, pues sus capuchas, profundas, me impedían observar sus miradas.
Una de ellos, me condujo hasta el centro, sin hablar, sin decir palabra, entendí lo que me decía sin embargo.
Las fuerzas de Varsa habían debilitado el equilibrio del mundo.
"El equilibrio del mundo" - repetí mentalmente parafraseando. ¿Donde estaba? ¿de qué equilibrio me hablaba aquella mujer sin articular palabra?
Debió de leer mi mente, o se percató de mi desconcierto, pues inmediatamente respondió a mis preguntas.
Ella era una de las "grand-hes", esto es, una entonadora. Estabamos en un lugar llamado Bhu, y yo era su opuesta, entonadora también según entendí. Y por el momento, eso era todo lo que debía saber.
Por algún motivo que no comprendí entonces, dentro de aquella torre humana, ella produjo una nota, que a modo de coro, iban a entonar todos los componentes de aquella arquitectura viva. Fue en ese momento, cuando instintivamente, comencé mi canto.
Ambas cantábamos "nuestra" canción. Mientras, la columna humana entonaba la melodía que servía de base. Sentí un desgaste de energía muy intenso, de manera muy rápida. Y sabía, desconocí el por qué, que no era debido a nuestros cánticos. Como una lucha de fuerzas , internas contra algo que procedía del exterior.
Así permanecíamos, cantando, sin la más mínima noción del tiempo, sin saber si era la noche o el día, sin necesidad de alimentarnos de otra cosa que no fuera el aire, que nos mantenía con fuerzas para la batalla que allí se libraba. Una guerra que parecía que iba a durar eones, y de cuyo comienzo hacían eones. Una guerra en la que al parecer ya había participado. Una guerra de la que apenas entendía nada. ¿Cual era mi bando?, ¿lo habría elegido yo en una época que no recordaba?, ¿me habría sido asignado?...
En ocasiones, bajo nuestros ligeros pies, pues permanecíamos entre un ser y no ser, livianos sobre el suelo, este, temblaba, pareciendo querer desintegrarse en un gran estruendo; entonces, Shesha hacía un gran esfuerzo y nos sujetaba. Cuando estábamos exhaustos y parecía que todo se iba a desvanecer en el tiempo o en el éter, nos recuperabamos y la batalla continuaba.
No sentí miedo en ningún momento, ni por mí, ni por los componentes de aquel extraño coro dispuesto en modo de cono.
Perdí totalmente la noción del tiempo, de los días, las semanas, los meses o lo años. No sabría decir cuanto duró mi estancia, ni hubiera sabido contestar a una pregunta sobre mi edad, puesto que sentía que no tenía ninguna, sentía que llevaba allí desde siempre, y que allí estaría eternamente. Sentía que por fin había encontrado mi misión de vida. Solo existía en el presente, y cantábamos, perdiendo y recuperando la energía. Sentía que Varsa se debilitaba, y de algún modo, sabía que no debíamos vencerla, fuera lo que fuera, la necesitabamos, y ella de nosotros. Como en una especie de homeostasis.
En uno de esos presentes maravillosos en que me encontraba existiendo felizmente, apareció un hijo de Devi. El hijo de Devi me informó de que haríamos un descanso y que sería llamada de nuevo para continuar cuando se reanudara la contienda.
Una fuerte sacudida y me sorprendí gritando, no podía ver, sentía un gran agobio. Mi cuerpo estaba atrapado por algo. No podía respirar y no sabía que me pasaba. Por primera vez en mucho tiempo sentí un gran miedo, una gran impotencia, y así, me sumí en un blando y oscuro océano de inconsciencia.
Dejé de recordar.
En el fondo de mi ser, escondido en mi corazón, como un cálido magma, deseo el regreso a casa. Pero todavía, no soy consciente de ello.