SOLA

   

   
ANA RUIZ DE EGUILAZ LODOSA




      Había tenido unas cuantas parejas, sin embargo, sentía que no cuajaba con ninguna.

      Se dio y les dio oportunidades, que lejos de acercarla más a ellos, le habían intoxicado el alma.

      A unos los quiso más, a otros, no tanto.

     Un día, paseando por un sendero, observó una vieja casa medio derruida. Sintió una llamada, y arriesgándose al hacerlo, se adentró en ella. Quedaba la esencia de la vida que alguna vez la había hecho plena. 

      "La planta baja tiene remedio", pensó.

     La primera necesitaba un buen arreglo. La luz del mediodía se filtraba por el tejado, las ventanas dejaban ver un amplio campo verde necesitado de una buena siega.

     Descendió lentamente, como si no quisiera despertarla. Se alejó para observarla en su conjunto.

     Continuó su camino sin sacar de su cabeza su estampa.

     Cuando acabó su solitaria caminata  regresó ansiosa de volver a encontrarla.

     Allí estaba, al acercarse, esta vez por su parte trasera, la contempló de nuevo. Una puerta que otra vez fue verde, daba acceso hacia el páramo que había visto desde el interior. Una cerca, que requería de nuevos postes, rodeaba la casa y la extensa pradera.

      Entró en su coche y arrancó.

      No conseguía olvidarse de ella, pensaba en como quedaría con una reforma. Se la imaginaba de mil maneras y la había decorado dos mil en su cabeza.

        Volvió, necesitaba verla. Esta vez quiso saber de quien era.

     Se acercó al mesón del pueblo cercano y pidió un café y un trozo de pastel y entabló una conversación con el mesero.

       Después de una charla en la que indagó sobre el lugar y sus gentes abordó el tema de la solitaria casa.

       - Fue de una familia que se marchó a la cuidad, los hijos estudiaron y ahora están en el extranjero dos de ellos. Tuvieron ganado, pero los padres ya eran mayores para las vacas y quitaron todo. Ninguno de los hijos ni de las hijas quiso saber de ello y un día, una de las hijas vino y se los llevó.

      Le pidió datos de alguno de los hijos, estaba interesada en la casa y tal vez, si les hacía una buena oferta, estuvieran dispuestos a venderla.

       Un año tardó en devolverle el cuerpo, en cuanto a el alma, le prestaría la suya. 

     Pensó que era su lugar, que había buscado siempre fuera, que había pretendido vivir como los demás, pero ella no era otra más, no necesitó nunca buscar en otro lugar que no fuera dentro de ella. Aquel lugar le dio la paz que creyó que podía encontrar en la gran ciudad y junto a otra persona. Tanto buscar en otros y debía encontrarse ella.

      Una pareja paseaba de la mano por un sendero cuando vio la casa, estaba en mal estado pero tenía algo, tenía alma. Se miraron ilusionados y sin pensarlo se adentraron en ella. 

    Hicieron un alto en el camino y llegaron a un mesón de piedra, entraron a tomar un té y una  botella de agua y preguntaron al camarero por aquella vieja casa.

      - Vivió una mujer en ella, llegó al pueblo de la ciudad y la compró. Era muy agradable y siempre estaba dispuesta para los demás, sin embargo, cuando alguien le preguntaba que por qué vivía sola en aquel lugar , ella aseguraba que allí  había conocido  a la persona con quien iba a pasar toda su vida.


     (Dedicado con todo mi cariño a Juanjo, porque hice un trato contigo, y lo tenía que cumplir.)


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