EL FARO.

Ana Ruiz de Eguilaz, Faros marítimos, Salvamento marítimoComo todas las noches, se disponía a marchar. Marta estaba recogiendo la mesa. 

Se puso su tres cuartos  y en la mano el impermeable.

Un beso.

El sonido de la puerta cerrándose tras de él y el ruido del todo terreno.

Carlos trabajaba en un faro, se habían trasladado hacía tres años a su nueva casa en el pueblo. Gracias a la tecnología ya no necesitaban vivir en él.

Esa noche el mar estaba en calma, el cielo despejado y había luna llena. Previó una jornada tranquila.

Detuvo el cuatro por cuatro frente a la puerta de la que un día fuera su casa. "La costumbre", pensó.

Tomó el manojo de llaves y abrió la puerta del faro.

El elevador estaba en la entrada, abrió la puerta y presionó el botón. Hasta la última planta.

Comienza su rutina, saludo a salvamento marítimo, todo en orden. Comprobación de hora de encendido en el ordenador. Correcto.

Un crujido en el exterior le alerta, abre la puerta que conduce hasta la linterna, sube la escalera, todo parece estar en orden. Otro sonido, esta vez más próximo que parece proceder del exterior llama su atención. Examina la zona, nada, tan solo, el sonido del arrullo del oleaje.

Baja la escalera  y cierra la puerta. Se dirige hacia la estación de radio cuando escucha una voz.

- Hola, soy Sonia. ¡Ayúdales!

Carlos se gira rápidamente hacia donde procede la voz.

Una niña de unos diez años le observa fijamente.

- ¿Como has llegado hasta aquí?, ¿te has perdido?.

La niña no le responde, continúa observándole. Poco a poco se acerca, toma un bolígrafo y escribe una serie de números.

-¿que es esto?, ¿es donde vives?

La niña no responde, se limita a señalar las cifras con su pequeño índice.

Carlos fija la atención en la serie de números. Sí, son un punto geográfico, latitud y longitud. Los introduce en el sistema y este le lleva a un lugar cercano, en el océano.  Mira a la niña que le señala la estación. Retira un momento la vista y cuando vuelve su mirada no hay nadie. 

-¡MEDÉ!... ¡MEDÉ!...

Esta vez la voz procede de la estación, Carlos comprueba el canal, está recibiendo un mensaje de auxilio.

La que parecía que iba a ser una jornada tranquila se tornó en una vorágine en algún momento de la extraña noche.

Al llegar a casa saluda a Marta que está preparando un par de cafés con un trozo de bizcocho.

Mientras desayunan Carlos le narra lo sucedido, pero omite la parte en que una niña aparecida de la nada le había advertido de unas coordenadas y de lo que iba a suceder. Marta le escucha con interés, sonriente, feliz.

- Estoy embarazada.

Carlos calla. La mira atónito. Reacciona. La besa y abraza. Marta ya ha pensado los nombres.

- Si es chico, le llamaremos Carlos, Si es chica... Sonia.






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