NIEBLA

Antes de que sonara el despertador ya se había levantado. Como todos los días una ducha y un café. Tomó el ascensor y bajó hasta el sótano en el que estaba el garaje. Arrancó el coche y salió.
El mismo recorrido de lunes a viernes, a la misma hora durante los últimos diez años.

Hacía frío y la niebla le obligaba a conducir despacio. Le quedaban menos de tres kilómetros para llegar a su destino cuando algo golpeó el vehículo.

Se detuvo y salió. "Un animal, pensó, con la niebla no lo he visto".

No había nada. Absolutamente.

Como si se tratase del telón de atrezzo de un teatro sobre el cual se dibuja un paisaje, así continuaba el camino.

Pudo tocarlo. Era el final del viaje. 

Miró a su alrededor, la niebla le impedía ver a más de dos o tres metros. 

Oyó voces, las siguió.

      - Hola, ¿hay alguien ahí?

Distinguió hasta cinco voces distintas. La más clara le respondía :

      - ¡Sí, aquí, estamos aquí!

Comenzó a distinguir siluetas, todas junto a aquel telón.

Buscó su móvil y alguien le advirtió :

      - No funcionará. Ninguno funciona.

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