LA PISTA
Habían transcurrido años desde la desaparición de su hija.
Pese a la orden de búsqueda y captura nunca la encontraron. Nunca recibieron una pista, ni tan siquiera falsa.
No esperaban ya noticias, ni de ella, ni de la policía.
Si las sospechas del cuerpo policial eran fundadas, estaban seguros de que se habría marchado muy lejos y jamás contactaría.
Si las sospechas fueran erradas, tal vez nunca encontrarían sus restos.
Entraba la primavera. Estaban planeando un viaje de vacaciones, el primero desde que ocurrió todo, cuando sonó el teléfono. Un número desconocido. Descolgó, una voz femenina que se le antojó extranjera le dijo que tenía una pista sobre el paradero de su hija.
Él sintió un nudo en el estómago. Reaccionó de modo instintivo y espetó a aquella persona que no se burlara de él. La voz, sin perder la compostura le dijo que no era una broma. Que creía haber visto a su hija y que ya no se llamaba Sara.
Cambiaron sus planes y volaron hacia el este. Hasta un exótico país ubicado en el sureste de Asia.
Llegaron hasta la ciudad donde les habían dicho haber visto a Sara.
Esta vez no cometieron el error de actuar por su cuenta. Ya habían puesto al tanto de su viaje a la policía y debían reunirse en su destino con dos agentes de la ciudad cuando llegaran que ya contaban con toda la información.
Les dijeron que se harían cargo y que estuvieran localizables en todo momento. No interrumpieron el contacto y les informaban de cada progreso.
Llevaban tres días pendientes de una llamada, casi sin dejar la habitación del hotel.
El teléfono de la habitación sonó. Identificaron de inmediato la voz de su interlocutor. Era el intérprete.
La esposa, sentada en la cama le observaba angustiada. Apretaba sus puños que tenía sobre su regazo. Lo vio llorar, mientras escuchaba en silencio al teléfono. Se enjugaba las lágrimas.
Ella no supo interpretar si aquel llanto era de dolor o de alegría.
Colgó el teléfono y le dijo que debían prepararse. Un coche los recogería en media hora para llevarles a comisaría.
Habían encontrado a Sara.
Los agentes que les transportaron les hicieron saber que no estaban al tanto.
El recorrido de apenas veinte minutos se les hizo demasiado largo. Tenían muchas preguntas. Pero sabían que poco importaban las respuestas. Solo deseaban abrazar a su hija.
El intérprete les esperaba en el vestíbulo. Se apresuraron en llegar hasta él, que trató de tranquilizarles. Les explicó que Sara estaba prestando declaración, que gracias a ella iban a desmantelar una gran organización de tráfico de mujeres.
Los padres se miraron. ¡Tráfico de blancas! Pero entonces, ¿ qué le había sucedido a su hija?, ¿no había huido con el dinero?
El intérprete, amablemente, les condujo hasta una sala. Les invitó a sentarse y comenzó :
- Cuando secuestraron a su hija, una banda que operaba en su país y se dedica al tráfico de blancas, de alguna manera se cruzón el las vidas de los secuestradores. Mientras ustedes pagaban a uno de ellos el rescate, asesinaron al otro que esperaba el aviso para devolverles a su hija. A ella se la llevaron y la sacaron del país. Cuando el que portaba el dinero regresó al punto de encuentro, le estaban esperando. Lo mataron y dejaron allí los dos cuerpos.
Pero, en uno de ellos olvidaron el teléfono móvil de su hija.